THE ASSASSIN: lo elíptico.

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Cada vez que abordo un texto relativo al cine caigo más o menos en las mismas trampas expuestas seguramente por mis propias obsesiones, las cuales tengo e impongo fuertemente y de las que cuesta un mundo despegarse. Hace poco topé con un libro en donde mencionaban uno de los cantos de La Odisea de Homero donde Ulises llegaba a la Isla de Calypso. En la isla el héroe encontraba el calor de una ninfa hermosa que cada noche lo acogía en su lecho prometiéndole la vida eterna y los privilegios de los dioses. Ulises era tentado por la belleza y el placer de la inmortalidad pero, sin embargo, en su recuerdo mortal de la vida familiar que dejó atrás Ulises rechaza esa vida disoluta. Envuelto en una vasta nostalgia solo anhela volver a Ítaca junto a su esposa e hijo.

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Pienso en esto una y otra vez porque creo que en la filosofía homérica y en el propio saber de Ulises reside el pensamiento clásico de la idea del regreso que tanto ha supuesto para las liturgias literarias y cinematográficas de todo el Siglo XX. Ulises deniega un paraíso en virtud del sufrimiento de un viaje lleno de contratiempos. De forma sorprendente rechaza la proposición de la ninfa ofreciéndole las mieles de un jardín edénico, de un mundo perfecto, y él, triste mortal, solo piensa en volver a casa. Allí le esperan una Penélope mucho más yerma y arrugada y un hijo que recuerda niño y para entonces será hombre, pero nada importa porque su heroicidad está por encima de todas las cosas.

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En los festivales vivimos en una burbuja que nos aleja de lo mundano expuestos diariamente al ciclo de las películas y de la imagen ficticia. Reflejos que dan una esmerada cuenta visual de los edenes que habitan y perpetuán el lenguaje fílmico. Abandonas el festival con la pena de dejar atrás momentos de ilusionantes estados de flotación y te apresuras en volver a la cálida verdad de tu hogar, perecemos en la melancolía pero sabemos que nuestra Ítaca siempre estará presente.

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 La gramática occidental no puede, o desconoce, interpretar la disposición artística que las cinematografías orientales acostumbran a mostrar en su exquisita forma de presentación. Algunas de las mejores obras vistas en este Zinemaldi provienen de Asia, y al menos para algunos de nosotros suponen paradigmas exultantes de un cine de ocultación, donde lo invisible reina detrás del concurso episódico de las imágenes.

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Es difícil sortear los lugares comunes y dirigirse a una obra tan indescriptible como The Assassin sin caer en los apelativos fáciles referentes a su belleza estética o a sus formas de extirpar la linealidad del núcleo narrativo. Estamos ante una película diseñada desde lo elíptico, que cobra dimensión tejiendo una textura complicadísima de hilos untados en lo fílmico como técnicas o maniobras de imagen implícita. En la aspiración milenaria utópicamente perseguida por Hou de sintetizar la historia· sin historia recae el sensorium de un cine más apegado a lo esotérico que a lo matemático. Allí donde las imágenes de The Assassin instauran un nuevo régimen de sensibilidad, un nuevo, o no tan nuevo cine desembarazado, acaban convergiendo lo especulativo con lo discreto, lo dionisiaco con lo velado, que le dan a la película y a lo que vemos, un significado particularmente misterioso.  

La sensación con respecto a la película es la de un ojo distanciado del foco del plano donde Hou esquiva la centrifuga atención de un espectador participativo. Las imágenes, los planos del film no invitan ni mucho menos a lo directo, al contrario el director predispone y realza la mirada lejana a manos de una cámara que filma planos generales antes que primeros planos los cuales no existen o al menos no priman, dejando la providencia a manos del alejamiento con la pantalla. a2 Hsiao-Hsien nos hace meros testigos, meros extranjeros de un paisaje que nos arrincona en el camino, invitándonos a un visionado, porque no, fantasma y vulnerable al mismo tiempo.  

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En principio y solo en la superficie The Assassin pertenecería al popular genero de Wuxia o artes marciales típicas de la cultura china, pero nada más lejos de la realidad el cineasta contrae los tropos adheridos a este tipo de cine popular para romperlos espontáneamente en una escritura singular que burla lo genérico en virtud de peregrinas formas de narración.

 

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Nada más terminar la proyección, todavía suspendido en una extraña telaraña de emociones, me sobrevino automáticamente a la cabeza el cine de Jacques Demy. El cineasta francés admiraba los musicales americanos y en esa obsesión particular reconstituye el genero elevándolo a una nueva categoría formal, que ya no debe tanto a los patrones de los que nace sino a la idea propia de una interpretación personal. El cine musical de Demy es un cine encantado, como a él mismo le gustaba definir, en donde fluyen las leyes genéricas del musical clásico pero que incorporan elementos originales que revolucionan y consagran una idea irreproducible de mutación.  

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Los musicales del director de Los Paraguas de Cherburgo no eran en stricto sensu obras de carácter imitativo, eran dramas cantados o mismamente optaba por cantarlo todo para evocar fantasmagóricamente un género muerto. Hou repone o continúa impregnado de la filosofía que lo forma y educa esquivando lo que hasta ahora conocemos como wuxia y hete ahí proyectar una digresión absoluta de dramaturgia milagrosa.

 

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Valga de ejemplo lo musical para escudriñar que la más que sugestiva aproximación a la singularidad del género del realizador taiwanés se halla en el vacío de un planteamiento estilístico de orden coreográfico, de angulares abiertos, pero con un prominente estudio del espacio, del formato, la sustancia o los colores. The Assassin conlleva diferencialmente, a un lugar recóndito, a perderse entre el follaje de los árboles como una madreselva trepadora, los tallos de su naturaleza se hacen intangibles limitándolos solo a lo cinematográfico.  

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Los planos correlativos del final expresan otra vez la forma de lo introvertido, la bella planicie del escondite, de la cámara que se reserva querer estar presente. Una escena hermosa, también rodada en planos generales o distancias medias, donde la asesina en cuestión, una vez dada la espalda a su maestra, afronta la partida hacia su ÍTACA, revelándose contra las fuerzas y el sino; comparte la mortalidad del descanso, regresa al hogar, al humilde marco de acogida que entiende y celebra su vuelta.     

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David Tejero Nogales

 

 

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IMÁGENES: The Assassin ( Hou Hsiao-Hsien, 2015), Penélope and the Suitors (John William Waterhouse, 1912).