El gran lugar incorrecto
No hay nada pacífico en el aire que se respira en la Costa Oeste de Estados Unidos. En el epicentro de California se encuentra Los Ángeles. Metrópolis de palmeras tropicales en la que el fulgor de las estrellas hacía palidecer a las del firmamento en la época dorada de Hollywood.
A finales de los años 40 las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Raymond Chandler, y otros autores del género, mostrarían el lado oculto tras el resplandor dorado, la inquietante noche angelina que John Alton pintaría de claroscuro. El crítico de cine de origen suizo, Nino Frank, bautizaría a las películas que llegaban desde América a Europa como film noir (cine negro). Desde entonces y hasta ahora, con el revival vivido en las últimas décadas, hemos podido obtener testimonios literarios y visuales de cómo no es la falla de San Andrés lo único que estremece aquellas tierras edénicas sino los dólares, el poder, la lujuria, la sangre.
“Noches sofocantes y envueltas en el aullido de las sirenas […] LA es la ciudad más solitaria y más brutal de todas las ciudades americanas. Nueva York tiene un invierno frío que te cala hasta los huesos, pero se nota un espíritu de excéntrica camaradería en algunas de sus calles. LA es la jungla.” [1]
“Durante las veinticuatro horas del día hay alguien que corre y algún otro que trata de atraparlo.” [2]
“Ahí afuera, en la noche de miles de crímenes, la gente estaba muriendo o quedaba mutilada o herida o aplastada por las pesadas ruedas de los coches o con el volante de dirección incrustado en el pecho. La gente era golpeada, robada, estrangulada, violada y asesinada. La gente se sentía hambrienta, enferma, aburrida, desesperada en su soledad o por el remordimiento o el miedo, enojada, cruel, afiebrada, estremecida por sollozos.” [3]
“Una vieja pensión miserable de enfrente fue el escenario de una tragedia. El coche patrulla se detuvo y los policías interrogaban a un viejo de pelo gris. Llegaban sollozos de dentro. Lo oía todo junto al zumbido del anuncio de neón de mi hotel. Nunca me había sentido más triste en toda mi vida.” [4]
“Me preparé un trago bien fuerte. Me paré al lado de la ventana abierta y lo fui tomando a sorbos, mientras escuchaba la oleada del tránsito y contemplaba el resplandor de la gran ciudad inquieta, recostada en las colinas a través de las cuales había sido construido el boulevard.” [5]
“Me sentía tan hueco y vacío como los espacios entre las estrellas.”[6]
“Patrullaba por la ciudad con el Ford: encontraba callejones misteriosos, árboles solitarios, casas antiguas y medio derruidas que procedían de un pasado desaparecido. Vivía en el Ford día y noche y no me detenía más que el tiempo necesario para pedir una hamburguesa y un café en desconocidos restaurantes de carretera”. [7]
“Seguí bajando la colina por Olive Street y pasé ante las horribles casas de madera
que apestaban a crímenes.” [8]“Subí a mi habitación por los polvorientos peldaños de Bunker Hill […] Polvo y edificios viejos, viejos que avanzaban con esfuerzo infinito por la calle en sombras […] condenados a morir al sol, con unos dólares en el banco, suficientes para mantener vivo el espejismo de que estaban en el paraíso, de que sus casas de papel maché eran castillos. Tales eran mis vecinos, tales eran los nuevos californianos.” [9]
“La arena, el aceite y la grasa asfixiaban las palmeras inútiles que se erguían cual prisioneros moribundos, encadenados a un mínimo pedazo de tierra y con los pies ocultos por el asfalto negro.” [10]
“Algunas noches, muy tarde, al conducir por Mulholland he debido apartarme bruscamente o frenar, y a la luz de los faros he visto coyotes corriendo lentamente entre la niebla.” [11]
“El tiempo era caluroso, húmedo y brumoso, y el ácido aguijón de la bruma había llegado hasta Beverly Hills. Desde la cumbre de Mulholland Drive se podía ver por encima de la ciudad, como una neblina. Cuando uno estaba en medio de la bruma podía gustarla y olerla y hasta sentirla en los ojos. Todo el mundo estaba afligido a ese respecto.” [12]
“A la gente le da miedo mezclarse entre el tráfico de las autopistas de Los Ángeles.”[13]
“W. H. Auden llamó a L.A. «El gran lugar incorrecto». Auden veía en L.A. un imán para los oportunistas e inadaptados psíquicamente mutilados. Los perdedores migraban a este lugar para comenzar de cero y convertirse en otra persona. L.A. atraía a vidas coaccionadas y desesperadas.” [14]
“Un casting dirigido a timadores picarescos, fiscales del distrito movidos por el dinero, gigolós bien dotados, prostitutas ojerosas, músicos de jazz drogadictos, policías pervertidos, detectives privados alcohólicos, sádicos dueños de estudios de cine, vagos que chapotean en láudano, chivatos homosexuales, charlatanes religiosos y una serie incatalogable de estúpidos con cometidos indefinibles y psicopáticos, y una desesperación sencillamente inconsolable.”[15]
Con esas palabras describía James Ellroy la ciudad que le engendró literal y literariamente. Su madre, Geneva “Jean” Hilliker Ellroy, era “una pelirroja escultural de un pueblecito de Wisconsin” — según cuenta el propio autor —, que con el dinero conseguido al ganar un concurso de belleza decidió marcharse a Los Ángeles para probar suerte en el mundo del cine.
Fracasó en los castings y en junio de 1958, una calurosa noche de sábado, un extraño la estranguló con una media y arrojó su cuerpo en una carretera de acceso en Monte Lane. Un caso no resuelto sobre el que Ellroy ha intentado arrojar luz durante toda su vida y que despertó su interés por el género policíaco. Un interés alentado por un libro de Jack Webb, regalo de su padre, en el que se describía otra muerte sin culpable, ocurrida en 1947, la de Elizabeth Short, conocida póstumamente como la “Dalia Negra”. Otra joven que había viajado a la ciudad de los sueños en busca del estrellato. Ellroy encontró en “Betty” ecos de “Jean”. Un segundo fantasma que le obsesionaría. Atrapado entre los años 47 y 58, nunca abandonaría en su mente el L.A. de entonces, convirtiéndolo en el único que realmente existía para él:
“El L.A. real era crimen y sexo y otras patologías […] El clima benigno y el ambiente igualitario no eran más que un envoltorio. El auténtico L.A. era una masa que anhelaba la sangre humana. El vendedor de helados era un pederasta, el policía amable un violador. La starlet una prostituta sifilítica. Un mensaje maligno que se arremolinaba en partículas de niebla tóxica que sólo yo podía percibir.” [16]
“Había una canción que oí cuando estaba en Los Ángeles. La canción se llamaba «Los Ángeles» y la letra y las imágenes eran tan duras y amargas que la canción me resonó en la cabeza durante días […] Las imágenes, para mí, estaban llenas de gente que se volvía loca por tener que vivir en la ciudad. Estas imágenes permanecieron conmigo incluso después de que me hubiera ido.” [17]
Mara Vega
[1, 4] – KEROUAC, Jack, 1957. On the Road (En el camino)
[2, 3, 5, 6, 12] – CHANDLER, Raymond, 1953. The Long Goodbye (El largo adiós)
[7, 8, 9, 10] – FANTE, John, 1939. Ask the Dust (Pregúntale al polvo)
[11, 13, 17] – EASTON ELLIS, Bret, 1985. Less than Zero (Menos que cero)
[14, 15, 16] – ELLROY, James. The Great Right Place: James Ellroy Comes Home. Los Angeles Times. Julio 2006.
Todas las imágenes pertenecen a películas y series ambientadas en Los Ángeles: True Detective 2ª Temporada (Nic Pizzolatto, 2015), Mulholland Drive (David Lynch, 2001) Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950), The Big Combo (Agente Especial, Joseph H. Lewis, 1955), Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), Witness to Murder (El único testigo, Roy Rowland, 1954), Double Indemnity (Perdición, Billy Wilder, 1944), Nightcrawler (Dan Gilroy, 2014), Blade Runner (Ridley Scott, 1982), American Horror Story: Murder House (Ryan Murphy, 2011), Act of Violence (Acto de violencia, Fred Zinnemann, 1948), Collateral (Michael Mann, 2004), A Single Man (Un hombre soltero, Tom Ford, 2009), The Neon Demon (Nicolas Winding Refn, 2016), Boogie Nights (Paul Thomas Anderson, 1997), Lost Highway (Carretera perdida, David Lynch, 1997), Chinatown (Roman Polanski, 1974), Kiss Me Deadly (El beso mortal, Robert Aldrich, 1955), The Black Dahlia (La dalia negra, Brian De Palma, 2006).