eugène green. el verbo y la luz.

 

 

 

 

“A principios de aquel invierno, Frédéric y Deslauriers hablaban en el rincón del fuego, reconciliados, una vez más, por el fatalismo de su naturaleza, que los obligaba a reunirse siempre y a amarse“.

 

 

La palabra es una piedra lisa, depósitada en el fondo del río que se pule por el agua, pero sigue siendo un bloque, Eugène Green es uno de esos artistas que trabajan incansablemente para pulir, su amor por la palabra es una vibración que proviene de lejos. El material, la extensión de la fragilidad, la certeza de una pérdida, un indicio de devoción proviene de la imagen además de la palabra, una película es antes que nada imagen, y no está de más recordarlo, cine como síntesis, como representación del acontecimiento que siempre implica el azar y lo aleatorio, ese tercer sentido que señala Roland Barthes. La imagen cinematográfica, como la representación que es, intenta evacuar ese tercer sentido, desarrolla un momento esencial en el tiempo, lo despliega en movimiento.

Así ciertas realidades emocionales, espirituales o temporales son más claras a través de la ausencia, ausencia que se hace materia en los planos y contraplanos, en personajes que se mueven entre la representación y la actuación, que miran directamente a la cámara y recitan sus líneas, sus palabras canalizan la energía que contienen sus cuerpos, en Toutes les nuits (2001), la primera película de Eugène Green, está toda esa sensibilidad barroca que forma su ADN cinematográfico. Green indica la dependencia en el habla como si fuera el último modo que le queda al ser humano de transferir amor y comunicarse, con un lirismo construido tanto de gravedad como de ligereza. La narrativa de Toutes les nuits trae al presente La educación sentimental de Gustave Flaubert, la vida, las creencias y los deseos se desafían constantemente unos a otros, interrelaciones que siempre juegan juntas pero que nunca se aproximan a las relaciones elementales, Green y el mundo pastoral, Green y la civilización y sobre todo Green y la relación entre la luz y la nada.

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Mientras que Toutes les nuits y Le Monde vivant (2003) mitifican la palabra elevándola hasta algo transcendental y dador de vida y amor, Le Pont des Arts (2004) contrarresta esta exaltación, la lengua es predominantemente represiva, una herramienta de intensidad hacia quien se dirige. La Sapienza (2014) en un intento de evocar las energías inmateriales dentro de las cosas materiales se convierte en cierto modo en un filme de paradojas, también crepuscular, velado, una especie de tratado sobre la nostalgia, el tiempo y en definitiva sobre la muerte.

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La mística cinematográfica de Eugène Geen está ligada al barroco, alejada de la serenidad clásica expresa así el mundo en movimiento, la agitación y la vistosidad de la representación teatral, un espacio homogéneo hecho de correspondencias, repeticiones y de rimas que postulan la existencia de un orden del universo. Así como en el barroco son tan importantes los contrastes claroscuristas violentos también lo son en la puesta en escena de Green. Juega con los volúmenes, como en la aquitectura, para provocar ese acusado juego de luces y sombras, de presencias y ausencias, de plenitud y también de vacío, construyendo una unidad física del cosmos que desafía el concepto de infinito a través de ese marco por el que miramos, casi accidental, que no alcanzamos a comprender, una búsqueda del flujo del espacio y de su dominio tanto interior (espiritualidad) como exterior (relación con el mundo).

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Y VIVIR CON SENTIDO ¿ES UNA VIDA FELIZ?

Películas que son escenarios para mirar desde fuera, contenedores de elementos artísticos que configuran esa dramaturgia teatral también deudora del barroco, escenario y tiempo efímero, como la vida, pasajera. La importancia de la temporalidad y la momentaneidad en un intento de captar un instante concreto, esa existencia en la que el tiempo destructor y la muerte son lo mismo, algunas veces por ello la muerte se apropia de los atributos del tiempo. El ciclo de la noche y el día como principio cósmico que gobierna el ritmo de la existencia humana. El amanecer y el crepúsculo son los momentos del día que más recuerdan al paso del tiempo , también las estaciones del año en forma de paisaje, “ese viento invisible, que atraviesa un plano no está menos presente, no es menos real que el árbol perceptible a la vista” [1].

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La luz es una energía que nos permite aprehender visualmente la materia del mundo, a través de una experiencia sensorial comprendemos que materia y energía son la misma cosa, la consonancia de un plano puede resultar de un equilibrio entre tensiones opuestas, a la manera de la armonía barroca. En el blanco y negro está la esencia de la imagen cinematográfica, la distinción entre la luz y la sombra, la textura de la materia, la energía de la mirada. A través de la luz, la insinuación de la presencia de lo sobrenatural, como significado espiritual, la luz como una parte de su vocabulario cinematográfico. Luz divina que ciega y al mismo tiempo abre los ojos a la fe, en la alegoría de que la verdad será revelada por el tiempo está implícito el tema del triunfo de la luz sobre la oscuridad. Una concepción espiritual reflejada en sus filmes, un mundo en el que siempre hay un lado comprensible por los sentidos y otro que permanece oculto, la mística y el cine tienen esa vocación de dar a conocer lo que está encubierto tras lo visible. La forma en que Eugène Green siente las ciudades, lugares como París o Lisboa que tanto ama y en su ensueño nos arranca de nuestra prisa para llevarnos al tiempo de sus películas, ese París de Le Pont de Arts derrotado ante la ausencia, esa Lisboa magnetizada, en A Religiosa Portuguesa(2009), que nos aleja del miedo a perder algo a través de pequeños milagros, delicados, casi etéreos, que iluminan nuestra oscura habitación. Un precipicio poético tallado por un lenguaje singular y sublime impregnado por un fuerte sentido de lo sagrado.

 

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El espacio que ocupa la arquitectura es un fragmento del mundo capaz de revelar energías capaces de enriquecernos, la cinematografía por su naturaleza es un arte del icono y funciona sobre la noción de la presencia real, encontramos esta presencia en todos los grandes cineastas, desde Bresson a Ozu, en Antonioni y en Edward Yang . Green erige ese espacio, ese espacio pictórico, arquitectónico y fílmico que estableció Éric Rohmer en su tesis sobre Fausto de F.W.Murnau, la aspiración máxima de unir composición, profundidad y luz, luz que nos hace perceptibles al mundo en el que habitamos, sin la luz no tenemos certeza de la realidad, no es que la realidad no exista en ausencia de luz sino que a través de ella adquiere forma sensible para nosotros. La luz da carácter y objetividad al espacio. Eugène Green lo plasma en todos sus planos, velas y candelabros encendidos, luces en ventanas que se apagan y se encienden, ciudades alumbradas, iluminaciones místicas, luz natural y luz artificial que son también constancia de ESA ETERNA PRESENCIA DE LA AUSENCIA.

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Laura del Moral

 

 

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IMÁGENES: Toutes les nuits, Les signes, La religiosa portuguesa, La Sapienza, Le Pont des Arts (Eugène Green), La Magdalena penitente y Mujer con la pulga (Georges de La Tour), Los cosechadores, c. 1825 (Alekséi Gavrílovich Venetsiánov).
[1] GREEN, E.: Poétique du cinématographe, Paris, 2009. Actes Sud Littérature.

AUDIO: Lamento Della Ninfa’, Claudio Monteverdi, Le Pont des Arts (Eugène Green, 2004)